viernes, 20 de marzo de 2020

¿DÓNDE ESTÁ EL HUEVO DE LA SERPIENTE?

En el invierno de 1922 un periodista catalán, Eugenio Xammar, llegó a Berlín y, desde esta ciudad, envió crónicas para dos periódicos catalanes: La veu de Catalunya y La Publicitat. Estos y otros artículos fueron publicados por la editorial El Acantilado bajo el título El huevo de la serpiente en 2005. El título para esta recopilación de artículos no podía estar mejor elegido, ya que, en las crónicas de Xammar, que fueron escritas entre 1922 y 1924, se pueden palpar en sus inicios los sucesos que, años después, acabarían configurando lo que conocemos como nazismo.



La idea del huevo de la serpiente como expresión que muestra el rastro, los orígenes del mal, es una metáfora muy poderosa pero deberíamos preguntarnos: ¿cuál es realmente el origen del nazismo? ¿dónde está el auténtico huevo de la serpiente? La respuesta o, más bien, las respuestas son, por desgracia, poco tranquilizadoras. El origen del nazismo, no entendido como "objeto de estudio histórico" sino como suceso, fue un producto indudablemente nuestro. Un suceso arraigado en alguno de los más profundos y sólidos principios de nuestra cultura. El huevo de la serpiente se incubó (y se incuba) en las disonancias que se producen entre la razón ilustrada y los valores ilustrados. Esa disonancia se mantuvo oculta durante las décadas de expansión económica que fueron de 1850 a 1873. Durante esas décadas, se impuso el relato de origen ilustrado que narraba como,gracias al egoísmo, entendido como un automatismo natural de progreso para la especie humana, desarrollado a través de la competencia, se desenvolvería un mundo de orden, progreso moral y material. La quiebra económica de 1873 marcó el fin de la credibilidad de ese relato y, desde entonces, lo más profundo de esa razón ilustrada (egoísmo y competencia como mecanismo de progreso) se afiló y agudizó. Los valores que, se esperaba, resultasen de la aplicación de esta razón, en cambio, se derrumbaron.

Hoy, años después de nuestra gran crisis, se están produciendo sucesos cuyos ecos, cuyas resonancias, no hacen más que llevarnos al Berlín de Xammar. Hoy, de nuevo, la disonancia, la falta de coherencia entre una razón basada en el egoísmo y la competencia feroz y unos valores que el uso de esta razón debiera producir pero no produce nos lleva otra vez, a ojos vista, a un derrumbe de valores y a una profundización de dicha razón

El ascenso de partidos como VOX es un ejemplo visible de lo que nos está sucediendo. En un interesante reportaje publicado recientemente por El País Semanal se entrevista a votantes de VOX y, en muchos casos, sus declaraciones resultan esclarecedoras: uno de los entrevistados para este reportaje explica de una forma directa el concepto de disonancia cuando dice: "Hay una serie de problemas en España que todos camuflan (...) pero Vox dice las cosas como son. Lo que todo el mundo piensa. Y de una forma que se entiende". Otro de los entrevistados aúna en sus declaraciones la idea de un derrumbe de valores y, de nuevo, la idea de disonancia: "(...)camionero de 42 años, habla como si el mundo en el que creció se estuviera desvaneciendo" "queremos (...) un partido que no nos engañe"
Para estas personas el derrumbe de valores se percibe como la desaparición de un mundo, su desvanecimiento; y la disonancia en la falta de coherencia entre resultados (valores) y causas (razón).

Ante estas circunstancias los valores son mera espuma superficial y lo que emerge con una fuerza arrolladora es una razón egoísta y competitiva. De nuevo la importancia del hacer.

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