W. Eucken |
Para
comprender de un modo cabal muchas de las situaciones políticas y
económicas actuales se hace necesario incorporarlas a un relato que nos permita analizarlas de un modo no
aislado. El mejor relato se puede encontrar en las palabras de los
propios constructores de un programa político y económico
muy peculiar. Este programa es peculiar por qué, desde un principio,
no se diseñó como un ideología doctrinal, rígida, sino más bien
como una herramienta, como un complejo diseño cultural -que incluye
aspectos sociales, económicos, políticos...- cuyo fin último era
el gobierno eficaz de los hombres. Se trata de un sistema de
ejercicio del poder.
Este
programa cultural con finalidades políticas se preparó en el
contexto centroeuropeo durante los difíciles años del período de
entreguerras. Surgió como un esfuerzo dedicado a comprender qué
había sucedido en el ámbito de las economías dirigidas por el
“laissez-faire” desde principios del siglo XIX. Como cualquier
esfuerzo comprensivo tuvo una importante carga de autocrítica y de
estudio detallado y atento de autores que no se podían encuadrar en
su espectro ideológico. Los constructores de este “nuevo”
pensamiento procedían del ámbito del liberalismo, y desde este
punto, y siendo conscientes del enorme desafío que iban a suponer
las políticas de centralización económica y de prioridad de lo
social que iban a dominar Europa en los próximos decenios -lo que
después se denominó keynesianismo o políticas de pleno empleo-
comenzaron un trabajo de reconstrucción crítica, seria y
concienzuda del propio liberalismo. En el marco de la denominada
Escuela filosófica de Friburgo autores como Walter Eucken* y Franz
Böhm elaboraron esta herramienta cultural de control político que
se denomina ordoliberalismo.
Los
primeros pasos se dieron en el marco de una inteligente autocrítica.
Se hicieron las preguntas pertinentes y buscaron respuestas, lejos de
los prejuicios ideológicos, sobre qué había fallado para que Europa
se sumiera en el abismo. Algunas de esas preguntas fueron:
¿Cómo
armonizar el interés individual y el interés general en una
sociedad compleja?
¿Cómo
hacer frente al problema de la dirección en un sistema económico
enormemente diversificado desde el desarrollo de la división del
trabajo? ¿Cómo definir los fines hacia los que debemos encaminar
nuestros esfuerzos y qué medios emplear?
¿Es
compatible la democracia con los órdenes económicos que surgen de
la política del “laissez-faire”? ¿Hasta qué punto son
compatibles?
Estas
son preguntas que hoy vuelven a tener una extraordinaria vigencia.
La finalidad fundamental era: ¿cómo conservar una sociedad centrada
en la libertad individual, con una economía de mercado y que evitara
la que, ellos consideraban, una aparentemente imparable pendiente
hacia el socialismo?
En
primer lugar comprendieron que el sistema económico, en contra de lo
defendido por el liberalismo del “laissez-faire”, no era un
fenómeno natural. Era una construcción institucional, en la que, el
papel de Estado, debía ser central. Para ellos la clave de arco de
cara a mantener indemne al individuo en un contexto de desarrollo de
lo social era fomentar una economía de mercado, en la que el eje
central debía ser la competencia. La competencia debía extenderse a
todos los ámbitos, como garantía de permanencia del individualismo
frente a lo colectivo. Competencia entre individuos, empresas,
Estados... y el papel del Estado de aquí en adelante debía ser,
precisamente, garantizar institucionalmente dicha competencia.
Tras
estudios largos y rigurosos que abarcaban ámbitos como la filosofía,
la economía, la historia o el derecho concluyeron en un programa
concreto cuya finalidad última no era comprender la “verdad” del
mundo, ni hacer el “bien”, ni construir un mundo ideal que traer
al mundo real. Era a la vez algo más simple y más ambicioso:
comprender las leyes básicas del funcionamiento humano desde un
punto de vista individual y social para, desde estas, gobernar a los
hombres. ¿Cómo convertir en "real" su "mundo ideal"?
El
ordoliberalismo denominó a esta construcción social política y
económica el orden de la competencia. Los principales puntos
constituyentes de esta construcción cultural compleja con fines de
control político fueron:
1º)
El mejor método de dirección en un sistema dominado por la división
del trabajo es un sistema de precios en concurrencia perfecta, un
mercado. “Este mecanismo de precios es el punto estratégico
desde el que se domina la totalidad y sobre el que hay que concentrar
todas las fuerzas (...)”
2º)
“Todos los esfuerzos para realizar un orden de competencia
resultan estériles en tanto no se asegure una determinada
estabilidad en el valor del dinero. La política monetaria posee por
ello un carácter central en el orden de competencia. La política
monetaria tiene un sentido de orden político, como instrumento de
dirección utilizable. Esta política monetaria debe ser dirigida lo
mas automáticamente posible.”
3º)
Se debe realizar un esfuerzo para crear un mercado internacional.
Para llevar a cabo el orden de la libre competencia es prioritario
que los mercados sean abiertos. Este debería ser un principio
constitucional jurídico y económico.
4º)
La propiedad de los medios de producción debe ser privada. Pueden
existir empresas en manos del Estado pero las mismas deben
encuadrarse en mercados de libre competencia. “Si surgen
monopolios por falta de control de la competencia el poder de
disposición sobre la propiedad privada habrá de eliminarse”. La
idea de defender mercados abiertos es que en ellos es más fácil
fomentar la competencia.
5º)
Para mantener el orden de la competencia es necesario que la política
económica sea estable, persistente en el tiempo. Se debe crear una
atmósfera de confianza garantizada por la constancia en la política
económica. “La política económica crea un marco
jurídico-constitucional económico utilizable para el proceso
económico; a dicho marco ha de atenerse rígidamente y alterarlo
sólo con el máximo cuidado.”
6º)
Todos estos principios están conectados entre sí, de modo que el
orden de la competencia no sólo se manifiesta en lo económico, sino
que tiene un gran influjo en el orden social y jurídico. En síntesis
el orden de la competencia es un mecanismo eficaz para la dirección,
para establecer fines.
Los
seis principios enumerados forman parte de lo que W. Eucken llamó
principios constituyentes del orden de la competencia pero, además,
debían establecerse también una serie de principios reguladores:
1º)
Debe crease una “oficina de la competencia” que debe ser tan
importante como el tribunal supremo.
2ª)
Para el mantenimiento del orden de la competencia es imprescindible
limitar la progresividad fiscal.
Este
ambicioso programa político fue redactado por W. Eucken en los ya
lejanos años cuarenta, justo antes del estallido de la Segunda Guerra
Mundial. Fue escrito en un momento de enorme debilidad y desprestigio
del liberalismo tanto en Europa como en el resto del mundo. Lo
asombroso es el modo en que, en momentos de zozobra, desde las filas
liberales comenzaron un proceso de reconstrucción teórica que les
permitió tener disponible una potente arma conceptual cuando las
circunstancias fueron otra vez propicias para sus intereses. Los años
setenta fueron ese momento propicio y,desde entonces, su triunfo ha
sido total. Este triunfo se hace manifiesto en el hecho de que, para
una parte importante de nuestros conciudadanos, el programa esbozado
por Eucken ya no es un programa político que discutir. Es la
“realidad”. El neoliberalismo sustanció su triunfo en la
construcción de lo que Foucault denominó un régimen de
veridicción.
Como
vemos el camino para la izquierda es largo y dificultoso. Aún no
hemos hecho el necesario trabajo de reconstrucción y autocrítica de
nuestras herramientas conceptuales o, en todo caso, no hemos sido
capaces de tenerlas a nuestra disposición cuando las circunstancias
han sido propicias. De todos modos los problemas y dificultades
extraordinarios por los que atravesamos son derivados, consecuencias,
de la puesta en práctica del liberalismo. Pese a todo y como hemos
tenido ocasión de experimentar los efectos de las políticas
neoliberales han sido más bien paleoresultados.
* Walter Eucken, Fundamentos de política económica, Rialp, Madrid, 1956
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