sábado, 13 de agosto de 2016

NEOLIBERALISMO Y PALEORESULTADOS

W. Eucken


Para comprender de un modo cabal muchas de las situaciones políticas y económicas actuales se hace necesario incorporarlas a un relato que nos permita analizarlas de un modo no aislado. El mejor relato se puede encontrar en las palabras de los propios constructores de un programa político y económico muy peculiar. Este programa es peculiar por qué, desde un principio, no se diseñó como un ideología doctrinal, rígida, sino más bien como una herramienta, como un complejo diseño cultural -que incluye aspectos sociales, económicos, políticos...- cuyo fin último era el gobierno eficaz de los hombres. Se trata de un sistema de ejercicio del poder.
Este programa cultural con finalidades políticas se preparó en el contexto centroeuropeo durante los difíciles años del período de entreguerras. Surgió como un esfuerzo dedicado a comprender qué había sucedido en el ámbito de las economías dirigidas por el “laissez-faire” desde principios del siglo XIX. Como cualquier esfuerzo comprensivo tuvo una importante carga de autocrítica y de estudio detallado y atento de autores que no se podían encuadrar en su espectro ideológico. Los constructores de este “nuevo” pensamiento procedían del ámbito del liberalismo, y desde este punto, y siendo conscientes del enorme desafío que iban a suponer las políticas de centralización económica y de prioridad de lo social que iban a dominar Europa en los próximos decenios -lo que después se denominó keynesianismo o políticas de pleno empleo- comenzaron un trabajo de reconstrucción crítica, seria y concienzuda del propio liberalismo. En el marco de la denominada Escuela filosófica de Friburgo autores como Walter Eucken* y Franz Böhm elaboraron esta herramienta cultural de control político que se denomina ordoliberalismo.
Los primeros pasos se dieron en el marco de una inteligente autocrítica. Se hicieron las preguntas pertinentes y buscaron respuestas, lejos de los prejuicios ideológicos, sobre qué había fallado para que Europa se sumiera en el abismo. Algunas de esas preguntas fueron:

¿Cómo armonizar el interés individual y el interés general en una sociedad compleja?

¿Cómo hacer frente al problema de la dirección en un sistema económico enormemente diversificado desde el desarrollo de la división del trabajo? ¿Cómo definir los fines hacia los que debemos encaminar nuestros esfuerzos y qué medios emplear?

¿Es compatible la democracia con los órdenes económicos que surgen de la política del “laissez-faire”? ¿Hasta qué punto son compatibles?

Estas son preguntas que hoy vuelven a tener una extraordinaria vigencia. La finalidad fundamental era: ¿cómo conservar una sociedad centrada en la libertad individual, con una economía de mercado y que evitara la que, ellos consideraban, una aparentemente imparable pendiente hacia el socialismo?
En primer lugar comprendieron que el sistema económico, en contra de lo defendido por el liberalismo del “laissez-faire”, no era un fenómeno natural. Era una construcción institucional, en la que, el papel de Estado, debía ser central. Para ellos la clave de arco de cara a mantener indemne al individuo en un contexto de desarrollo de lo social era fomentar una economía de mercado, en la que el eje central debía ser la competencia. La competencia debía extenderse a todos los ámbitos, como garantía de permanencia del individualismo frente a lo colectivo. Competencia entre individuos, empresas, Estados... y el papel del Estado de aquí en adelante debía ser, precisamente, garantizar institucionalmente dicha competencia.
Tras estudios largos y rigurosos que abarcaban ámbitos como la filosofía, la economía, la historia o el derecho concluyeron en un programa concreto cuya finalidad última no era comprender la “verdad” del mundo, ni hacer el “bien”, ni construir un mundo ideal que traer al mundo real. Era a la vez algo más simple y más ambicioso: comprender las leyes básicas del funcionamiento humano desde un punto de vista individual y social para, desde estas, gobernar a los hombres. ¿Cómo convertir en "real" su "mundo ideal"?
El ordoliberalismo denominó a esta construcción social política y económica el orden de la competencia. Los principales puntos constituyentes de esta construcción cultural compleja con fines de control político fueron:

1º) El mejor método de dirección en un sistema dominado por la división del trabajo es un sistema de precios en concurrencia perfecta, un mercado. “Este mecanismo de precios es el punto estratégico desde el que se domina la totalidad y sobre el que hay que concentrar todas las fuerzas (...)”

2º) “Todos los esfuerzos para realizar un orden de competencia resultan estériles en tanto no se asegure una determinada estabilidad en el valor del dinero. La política monetaria posee por ello un carácter central en el orden de competencia. La política monetaria tiene un sentido de orden político, como instrumento de dirección utilizable. Esta política monetaria debe ser dirigida lo mas automáticamente posible.”

3º) Se debe realizar un esfuerzo para crear un mercado internacional. Para llevar a cabo el orden de la libre competencia es prioritario que los mercados sean abiertos. Este debería ser un principio constitucional jurídico y económico.

4º) La propiedad de los medios de producción debe ser privada. Pueden existir empresas en manos del Estado pero las mismas deben encuadrarse en mercados de libre competencia. “Si surgen monopolios por falta de control de la competencia el poder de disposición sobre la propiedad privada habrá de eliminarse”. La idea de defender mercados abiertos es que en ellos es más fácil fomentar la competencia.

5º) Para mantener el orden de la competencia es necesario que la política económica sea estable, persistente en el tiempo. Se debe crear una atmósfera de confianza garantizada por la constancia en la política económica. “La política económica crea un marco jurídico-constitucional económico utilizable para el proceso económico; a dicho marco ha de atenerse rígidamente y alterarlo sólo con el máximo cuidado.”

6º) Todos estos principios están conectados entre sí, de modo que el orden de la competencia no sólo se manifiesta en lo económico, sino que tiene un gran influjo en el orden social y jurídico. En síntesis el orden de la competencia es un mecanismo eficaz para la dirección, para establecer fines.

Los seis principios enumerados forman parte de lo que W. Eucken llamó principios constituyentes del orden de la competencia pero, además, debían establecerse también una serie de principios reguladores:

1º) Debe crease una “oficina de la competencia” que debe ser tan importante como el tribunal supremo.

2ª) Para el mantenimiento del orden de la competencia es imprescindible limitar la progresividad fiscal.

Este ambicioso programa político fue redactado por W. Eucken en los ya lejanos años cuarenta, justo antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Fue escrito en un momento de enorme debilidad y desprestigio del liberalismo tanto en Europa como en el resto del mundo. Lo asombroso es el modo en que, en momentos de zozobra, desde las filas liberales comenzaron un proceso de reconstrucción teórica que les permitió tener disponible una potente arma conceptual cuando las circunstancias fueron otra vez propicias para sus intereses. Los años setenta fueron ese momento propicio y,desde entonces, su triunfo ha sido total. Este triunfo se hace manifiesto en el hecho de que, para una parte importante de nuestros conciudadanos, el programa esbozado por Eucken ya no es un programa político que discutir. Es la “realidad”. El neoliberalismo sustanció su triunfo en la construcción de lo que Foucault denominó un régimen de veridicción.

Como vemos el camino para la izquierda es largo y dificultoso. Aún no hemos hecho el necesario trabajo de reconstrucción y autocrítica de nuestras herramientas conceptuales o, en todo caso, no hemos sido capaces de tenerlas a nuestra disposición cuando las circunstancias han sido propicias. De todos modos los problemas y dificultades extraordinarios por los que atravesamos son derivados, consecuencias, de la puesta en práctica del liberalismo. Pese a todo y como hemos tenido ocasión de experimentar los efectos de las políticas neoliberales han sido más bien paleoresultados. 

Walter Eucken, Fundamentos de política económica, Rialp, Madrid, 1956

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