"(...) Dios había cambiado de profesión o renovado sus instrumentos: del alfarero que había sido en el Antiguo Testamento se había convertido ahora en un maestro relojero, le Grand Horloger (...). La implicación era, por supuesto, que una vez había construido el reloj, éste iba a funcionar por sí mismo."
Albert Hirschman. Las pasiones y los intereses