sábado, 8 de agosto de 2020

¿HISTORIA DEL ARTE O LA HISTORIA COMO ARTE?


Esta es una invitación a seguir una cadena de palabras* (de ideas)  a través del diccionario y, también, a ver como algunas de ellas se hacen visibles en dos cuadros muy conocidos. Esas cadenas de palabras e imágenes nos pueden ayudar a entender mejor qué significa la Historia.

Estamos habituados a ver nuestra materia (la Historia) como la aplicación de un conjunto de acciones y  actitudes que consideramos positivas: el análisis, como separación de las partes de algo para conocer su composición o la profundización en los temas tratados que nos hace escudriñar lo más recóndito de un asunto.  Con esta caja de herramientas estudiamos detalladamente aquello de lo que se trate y producimos un montón de pequeños fragmentos desordenados de conocimiento que, después,  reordenamos o componemos  con la intención de que nos sirvan para explicar, concebir u ordenar  sucesos y  acontecimientos. La Historia y otras ciencias sociales  han trasladado este método desde el  campo de las llamadas ciencias experimentales a lo social. Podemos ver como  muchas de estas cuestiones ya no están sólo presentes en lo académico, sino que, impregnan nuestras vidas aunque, en muchas ocasiones,  no seamos conscientes de ello. Los artistas, dada su sobrecapacidad de sentir, suelen mostrar o incluso anticipar muchas de esas impregnaciones culturales inconscientes.

 

Guernica (1937)

Abstrayéndonos del significado concreto que para nosotros tiene un cuadro como el Guernica de Picasso y fijándonos más en lo formal podemos ver ese esfuerzo de análisis, de distinción y separación de las partes de una realidad para, después, hacer un proceso inverso; una síntesis, una recomposición de un todo por la reunión de sus partes. El resultado es, como podéis ver,

 

una interpretación personal de Picasso sobre una realidad cuya expresión tiene una gran fuerza estética. Repetiremos esto último porque es importante, todos comprendemos que, en este análisis y posterior recomposición, Picasso es el intérprete, quien concibió, ordenó y expresó de un modo personal una realidad. La falta de naturalismo del cuadro de Picasso nos evita la confusión. En cambio cuando los objetos producidos (artísticos o no) son muy naturalistas, muy realistas, la confusión entre interpretación y realidad es más fácil.

Pero ¿y si en lugar del análisis y la profundidad la Historia enfrentara su estudio con otras actitudes, con otras herramientas? En ocasiones la profundidad puede llevarte a perder de vista el conjunto, a no comprender el cuadro general ¿Y si en lugar de profundizar estuviéramos atentos al surgir, a lo que aparece o se manifiesta, a lo que brota…?¿Y si en lugar de profundizar usáramos el  término levantar entendido como dirigir hacia arriba los ojos, la mirada. Levantar no sólo significa elevar la mirada sino que, también, hace referencia a construir, a edificar, a dibujar un plano siguiendo un procedimiento técnico.  

Fijémonos ahora en otro cuadro icónico de la Historia del Arte en el que estas actitudes son visibles.

 

R. Magritte

Esto no es una pipa (1929)

En este cuadro Magritte nos invita, precisamente, a levantar la vista y nos muestra como nos hemos habituado a confundir una interpretación de la realidad con la realidad misma.

En el caso del arte analizar y fragmentar, o elevarse y estar atento al surgimiento, al como brotan los fenómenos o sucesos,  son actitudes que conducen, ambas,  al núcleo de cualquier representación artística que no es otro que una interpretación personal de la realidad.

La ciencia, en cambio, al menos desde el siglo XVII hasta mediados del siglo XX, siempre fue más ambiciosa. La pretensión científica era convertir la interpretación en realidad, en la única posible (al menos temporalmente). El éxito y los resultados incuestionables de estos planteamientos científicos ocultaron sus limitaciones y puntos ciegos. ¿Y si, pese a todo, la Historia como disciplina debiera ser más arte y menos ciencia? ¿Y si los historiadores recuperásemos la preocupación por mantener activa nuestra capacidad de sentir lo que surge, lo que se manifiesta, lo que brota…? ¿Y si limitásemos nuestra ambición y recordásemos, como hace Magritte, que nuestras construcciones narrativas no son más que interpretaciones, no realidades… pinturas, no pipas?

Este es un ejercicio de honestidad intelectual que, en el transcurrir del día a día olvidamos. En nuestras clases intentamos, además de analizar y profundizar, levantar la mirada, mantenernos atentos a lo que surge y dibujar planos de una realidad siendo conscientes de que no son ni más ni menos que eso, dibujos que nos ayudan a situarnos en una realidad cambiante. Nuestros esfuerzos se dirigen a no confundir plano con casa. 

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