sábado, 2 de marzo de 2019

LAS REGLAS DEL JUEGO DE LA AUTORIDAD

Espectador y jugador a la vez, mirando y asombrándome...

W. Whitman


¿Cómo evitar convertir la Historia que impartimos a nuestros alumnos en un mero pastiche? ¿cómo hacer comprender a personas muy jóvenes la diferencia que existe entre el discurrir del tiempo desde el punto de vista individual y lo que podríamos denominar tiempo histórico, en el que debemos analizar y narrar acontecimientos complejos que se desenvuelven a lo largo de un tiempo que ocupa muchas vidas? ¿qué relación existe a la hora de comprender y narrar esos acontecimientos entre lo individual y lo colectivo? ¿existe una voluntad capaz de trascender su propio tiempo vital individual? ¿y si existe esa voluntad de que modo desborda lo individual para acabar convertida en un proyecto colectivo? 

Todas estas preguntas nos hacemos a la hora de reflexionar sobre nuestro trabajo y no deja de resultar paradójico que, para encontrar semejantes preguntas, debamos acudir más a poetas o novelistas que a historiadores profesionales. El nudo que une ambos elementos, lo individual y lo colectivo, parece ser la autoridad y su concepto derivado 'poder'. A este asunto central para comprender los acontecimientos históricos no se le dedica mucho tiempo pero ¿qué nos empuja a las personas a asumir el dominio de otro individuo para mandar o ejecutar algo? ¿Tenemos como docentes alguna responsabilidad profesional en este sentido? 

Hoy que, parece, nos encontramos de nuevo en una encrucijada, en uno de esos  momentos en los que nuestros sistemas políticos y económicos parecen desintegrarse ¿sabremos enseñar a nuestro alumnado como convertirse en jugadores de la Historia y no solo en espectadores o engranajes? ¿Sabremos desvelarles las reglas con las que se juega el manejo de la autoridad y el poder? 

Resulta evidente que, al menos, hasta el momento no hemos sabido cómo llevar a cabo un ejercicio ético de la autoridad y el poder, no hemos sabido cómo derivar lo colectivo de lo individual a través de una participación consciente e informada y no reducir los proyectos colectivos a un mero ejercicio persuasivo, de pastorado religioso o laico o, peor aún, a una mera manipulación maquiavélica de nuestros defectos y debilidades para lograr los fines requeridos. 

Iluminemos estas trastiendas oscuras de nuestras disciplinas y hagamos explícitas estas limitaciones... puede ser un primer paso en la buena dirección.


Uno debe vivir el acontecimiento desde dentro, como el último soldado, y al mismo tiempo pensarlo desde afuera y desde arriba.

Chiaromonte, N.









No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.